Moscú, Rusia, a 5 de abril del 2020.- Los efectos del coronavirus SARS CoV-2, causante de la pandemia de COVID-19, sobre la economía nacional y la debacle petrolera aparecen hoy como elementos perfectos de una crisis prolongada en el orbe y en este país.
Cada vez son más las pruebas de solidez que afrontan las economías, a causas de las medidas restrictivas aplicadas por los gobiernos para frenar la expansión de la COVID-19, de lo cual Rusia está lejos de ser la excepción.
Después de defender la existencia de un “colchón de seguridad” para los efectos negativos de la pandemia, la situación en el mercado interno podría complicarse un poco más para esta nación, donde las autoridades regionales aplican medidas específicas de contención.
Algunos analistas locales tocaron la alarma sobre la necesidad de encontrar un justo balance entre los esfuerzos para salvaguardar la salud de la población y la necesidad de evitar la paralización de la economía.
En Chechenia se aplicó un toque de queda, además de las medidas de aislamiento, mientras la península de Crimea cerró su acceso por el nuevo puente construido a través del estrecho de Kerch, mientras Krasnodar lo suspendió casi todo e inició la evacuación de turistas nacionales.
Los empresarios, en especial, la pequeña y mediana empresa, ocupada de restaurantes, cafeterías, centros de recreación e incluso de hoteles, además de quienes trabajan directamente con el turismo, demandaron facilidades que el Gobierno concedió de forma expedita.
El primer ministro Mijail Mishustin anunció medidas de apoyo financiero a las empresas y solicitó a la Duma (Cámara baja) aprobar con urgencia los citados pasos, incluidas las vacaciones para el pago de impuesto y de deudas por créditos en este año.
De otro lado, la expansión de la COVID-19 llevó a un cierre masivo de aeropuertos, suspensión de vuelos de decenas de países, el cierre de hoteles, la restricción del movimiento del transporte público y del particular, todo lo cual llevó a una caída de la demanda de crudo.
Aunque Rusia logró reducir en un 44 por ciento su dependencia de la renta petrolera, ese rubro continúa como uno de los más importantes en la formación del presupuesto nacional que para este año comprendía una cotización mínima de 42 dólares por barril del llamado oro negro.
Pero esta semana, el petróleo de la marca Brent llegó a situarse en 22 dólares por barril, mientras el de la marca Ural registró un récord de caída hasta casi 10 dólares, todo lo cual puso en difícil situación a las compañías rusas del sector.
Aunque se calcula que el costo de producción de un barril en los viejos yacimientos de Rusia puede bajar hasta seis dólares, en los nuevos proyectos esa cifra llega a casi 20.
El presidente Vladimir Putin, en un intercambio por videoconferencia con ministros del Gobierno y de directores de las principales compañías petroleras, reconoció que la situación era muy difícil, pues se trata de la principal fuente de ingresos del país.
Putin se mostró abierto a retomar las negociaciones con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en el llamada formato de OPEP plus, lo cual incluye a naciones productoras fuera de ese cartel como lo son Rusia y Kazajstán.
El mandatario ruso reconoció la posibilidad de negociar con Estados Unidos y aclaró, ante acusaciones escuchadas en Washington, que su país nunca promovió una guerra de precios con Arabia Saudita para abaratar el crudo y sacar del mercado a las empresas norteamericanas de esquisto.
Lo cierto es que en medio del avance de la COVID-19 son pocas las perspectivas que se vislumbran de un restablecimiento de la demanda, lo cual llevó en algunos casos a la extracción petrolera para su almacenamiento, en lugar de su venta en el mercado.
Algunos analistas estiman que Rusia deberá aplicar con urgencia un plan que estimule el intercambio interno, en espera de que la situación mejore para retomar las exportaciones, ahora visiblemente contraídas, además de la necesaria inversión en la esfera biotecnológica.
Fuente: Prensa Latina.
