Una crisis mundial como ninguna otra necesita una respuesta mundial como ninguna otra

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Por Kristalina Georgieva

Vengo diciendo desde hace un tiempo que esta es una «crisis como ninguna otra». Es:

Más compleja, con shocks sanitarios y económicos vinculados entre sí que prácticamente han paralizado nuestro estilo de vida.

Más incierta, ya que lleva tiempo aprender a tratar el nuevo virus, lograr una contención más eficaz y poner nuevamente en marcha nuestras economías.

Verdaderamente mundial. Ni las pandemias ni los shocks económicos que provocan conocen fronteras.

Las perspectivas son sombrías. Prevemos que la actividad económica internacional disminuirá en una escala que no hemos visto desde la Gran Depresión.

Este año 170 países sufrirán caídas del ingreso per cápita, en tanto que hace apenas unos meses proyectábamos que 160 economías registrarían un crecimiento positivo del ingreso per cápita.

Medidas adoptadas

Momentos excepcionales requieren medidas excepcionales. En muchos sentidos, los países miembros del FMI han lanzado una « respuesta como ninguna otra».

Los gobiernos del mundo entero han tomado medidas sin precedentes para luchar contra la pandemia a fin de salvar vidas y proteger a las sociedades y las economías. Las medidas fiscales adoptadas hasta el momento rondan USD 8 billones y los bancos centrales han organizado inyecciones de liquidez gigantescas (y, en algunos casos, ilimitadas).

Por nuestra parte, el FMI cuenta con una capacidad de préstamo de USD 1 billón al servicio de sus 189 países miembros, el cuádruple de la que tenía cuando estalló la crisis financiera mundial. Conscientes de las características de esta crisis —es decir, que es mundial y de rápido avance, y por tanto la acción precoz es mucho más valiosa y eficaz—, hemos buscado potenciar la capacidad para suministrar recursos financieros con celeridad, especialmente para los miembros de bajo ingreso.

En ese sentido, hemos reforzado nuestro arsenal y tomado medidas excepcionales en apenas estos dos meses.

Entre estas medidas, cabe mencionar las siguientes:

Duplicar la capacidad de rápido desembolso de fondos de emergencia para hacer frente a una demanda prevista de alrededor de USD 100.000 millones. 103 países nos han solicitado financiamiento de emergencia, y para fin de mes el Directorio Ejecutivo habrá evaluado más o menos la mitad de las solicitudes.

Reformar el Fondo Fiduciario para Alivio y Contención de Catástrofes con el propósito de ayudar a 29 de nuestros miembros más pobres y más vulnerables —23 de los cuales están en África— a través de un rápido alivio del servicio de la deuda, y colaborar con los donantes para incrementar los recursos dedicados al alivio de la deuda en USD 1.400 millones. Gracias a la generosidad del Reino Unido, Japón, Alemania, los Países Bajos, Singapur y China, podemos brindar alivio inmediato a nuestros miembros más pobres.

 Procurar triplicar el financiamiento en condiciones concesionarias a través del Fondo Fiduciario para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza en beneficio de los países más vulnerables. Estamos buscando USD 17.000 millones en nuevos recursos en forma de préstamos y, al respecto, me alienta constatar que Japón, Francia, el Reino Unido, Canadá y Australia han prometido compromisos por un total de USD 11.700 millones, lo cual nos acerca en aproximadamente 70% a ese objetivo.

 Respaldar una suspensión del reembolso de deudas bilaterales oficiales para los países más pobres hasta fines de 2020, un acuerdo histórico entre los miembros del G-20. Eso representa alrededor de USD 12.000 millones para las naciones más necesitadas. E instar a los acreedores del sector privado a participar en condiciones comparables, lo cual podría añadir USD 8.000 millones en alivio.

Crear una línea de liquidez a corto plazo que puede ayudar a los países a fortalecer la confianza y la estabilidad económica.

Ese es el conjunto de medidas que el Comité Monetario y Financiero Internacional avaló la semana pasada en las Reuniones de Primavera en formato virtual.

Representa una contundente política de respuesta. Sobre todo, le permite al FMI ofrecer respaldo inmediato, «aquí y ahora», a países y personas desesperadamente necesitados. Hoy mismo.

Evitar una recesión prolongada

Pero hay mucho más por hacer y este es el momento de mirar hacia adelante. Para citar al gran canadiense Wayne Gretzky: «Patino hacia donde el disco va a estar, no hacia donde ha estado».

Tenemos que reflexionar profundamente sobre el rumbo de esta crisis y sobre cómo podemos prepararnos para ayudar a los países miembros, conscientes tanto de los riesgos como de las oportunidades. En la fase inicial de la crisis, montamos una respuesta vigorosa para evitar cicatrices duraderas en la economía mundial: de la misma manera, no cejaremos en nuestro empeño por evitar una recesión dolorosa y dilatada.

Me preocupan especialmente los países de mercados emergentes y en desarrollo.

Sus entradas de inversiones de cartera han dado un vuelco histórico, equivalente a USD 100.000 millones. Las economías que dependen de las materias primas se han visto golpeadas también por la caída de los precios de las exportaciones. Las que dependen del turismo están sufriendo un colapso del ingreso fiscal, y las que dependen de las remesas, del ingreso personal.

El FMI puede cooperar con las economías emergentes mediante sus instrumentos de préstamo ordinarios, incluidos los de carácter precautorio. Eso podría exigir considerables recursos si las presiones de mercado se agudizan. Para evitar que se propaguen, estamos preparados para desplegar al máximo nuestra capacidad de préstamo y movilizar la red de protección financiera mundial a todos sus niveles; por ejemplo, analizar si el uso de DEG pudiera resultar más útil.

Para nuestros miembros más pobres, necesitamos mucho más financiamiento concesionario. Como el pico del brote aún no está superado, muchas economías necesitarán desembolsos fiscales sustanciales para lidiar con la crisis sanitaria y reducir al mínimo las quiebras y las pérdidas de empleos, al tiempo que enfrentan crecientes necesidades de financiamiento externo.

Pero más crédito no siempre es la mejor solución para todos los países. La crisis está engrosando cargas de deuda de por sí elevadas y muchos países se encuentran en una trayectoria insostenible.

Por lo tanto, tenemos que plantearnos nuevos enfoques, cooperar estrechamente con otras instituciones internacionales, así como con el sector privado, para ayudar a los países a atravesar esta crisis y salir de ella más fuertes.

Y el FMI, como sus países miembros, quizá tenga que aventurarse aún más en nuevas formas de pensar y plantearse si esta crisis excepcional tal vez requiera medidas excepcionales.

Prepararse para la recuperación

Para sentar los cimientos de una recuperación vigorosa, el asesoramiento que brindamos en materia de políticas tendrá que adaptarse a la evolución de las circunstancias. Debemos comprender mejor las disyuntivas, retos y riesgos concretos que enfrenta cada país a medida que vaya poniendo nuevamente en marcha su economía.

Los interrogantes más importantes son cuánto tiempo mantener el estímulo extraordinario y las medidas de política no convencionales, y cómo replegarlos; cómo lidiar con un desempleo elevado y tasas de interés «más bajas durante más tiempo»; cómo proteger la estabilidad financiera; y, de ser necesario, cómo facilitar los ajustes sectoriales y la reestructuración de la deuda del sector privado.

Tampoco podemos olvidar las dificultades de larga data que requieren una respuesta colectiva, como la tarea de reavivar el comercio internacional como motor de crecimiento; compartir los beneficios de las tecnofinanzas y de la transformación digital que han demostrado su utilidad durante esta crisis; y luchar contra el cambio climático, ámbito en el cual el estímulo destinado a afianzar la recuperación también podría servir de guía para promover una economía verde y resiliente desde el punto de vista climático.

Por último, en este nuevo mundo post-COVID-19, sencillamente no podemos dar por sentada la cohesión social. Por lo tanto, debemos respaldar los esfuerzos de los países por calibrar las políticas sociales para reducir la desigualdad, proteger a las personas vulnerables y promover el acceso de todos a las oportunidades.

Este es un momento que pone a prueba nuestra humanidad. Debemos hacerle frente con solidaridad.

El perfil de nuestro futuro está rodeado de incertidumbre. Pero también debemos abordar esta crisis como una oportunidad para crear juntos un futuro diferente y mejor.

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